La noche en Parque Patricios fue más que la imagen de un equipo superado: fue el comienzo de algo que venía postergándose hace años, incluso dentro del propio Riquelme. El 0-2 ante Huracán detonó una reunión larga, extendida y tensa en Boca Predio. Nadie levantó la voz, pero el peso del silencio fue ensordecedor. En la mirada de los protagonistas se leía algo más que bronca: se leía el principio de un cierre.
Juan Román Riquelme, siempre en rol
de protector del Consejo de Fútbol, comenzó a dibujar una idea que hasta hace
semanas era impensada. El modelo que construyó con piezas elegidas a mano
podría tener modificaciones en breve. No es una revolución, tampoco un
volantazo. Es una cirugía silenciosa. Por ahora, el Consejo sigue operando como
siempre, pero no es el mismo de antes.
Mauricio Serna y Raúl Cascini
aparecen en el foco de los rumores. Dos históricos, dos que fueron respaldo y
escudo de Román, podrían estar viviendo sus últimas semanas como miembros
activos del grupo. En el mapa, queda fijo Marcelo Delgado: vínculo de confianza,
más allá de los roles. No hay decisiones tomadas oficialmente, pero sí un clima
que ya no permite especulaciones.
Durante los últimos meses, las
críticas al Consejo fueron en aumento. No solo por las decisiones de mercado o
los refuerzos que no funcionaron, sino por situaciones administrativas
insólitas. La demora del mail a Conmebol previo a los 16avos de Sudamericana
fue apenas la gota que colmó un vaso que ya venía cargado: salidas mal
gestionadas, comunicados confusos, y una percepción cada vez más negativa entre
los hinchas.
Román, fiel a su estilo, no va a
delegar. Puede haber nuevos nombres, pero la toma de decisiones seguirá estando
bajo su órbita. Por eso, cuando se habla de cambios, lo que se escucha desde
adentro es “lavado de cara”, nunca “ruptura”. Algunos nombres fueron acercados
en charlas informales, como el Mono Navarro Montoya y el Beto Márcico, que
incluso se postuló públicamente. Nada cerrado. Todo es parte de un borrador que
todavía no se imprimió.
En medio de este escenario, lo
futbolístico no queda al margen. Miguel Ángel Russo, por ahora, tiene el
respaldo del presidente. Para Riquelme, el problema está en el plantel, no en
el banco. Eso explica las últimas decisiones tajantes que sacudieron al vestuario:
Rojo, Lema y Saracchi entrenan diferenciados. Lo que empezó con diferencias
internas, terminó con un utilero comunicando la exclusión. Desde el club dicen
que el mensaje lo bajaron Cascini y Delgado, pero nadie lo confirma.
El cruce verbal entre Román y Rojo
en la última práctica dejó claro que algo se quebró. Saracchi y Lema tampoco
estaban en la consideración del DT. Ahora, entrenan en otro turno, en otro
espacio, en otra historia. Las próximas semanas definirán si ese espacio se
transforma en una despedida definitiva.
Boca vive días de introspección. Lo
que parecía sólido, ahora se mira con lupa. Riquelme enfrenta una tormenta que
llegó sin aviso oficial, pero con un pronóstico que ya se sentía desde hace
tiempo. El Consejo de Fútbol puede cambiar sus nombres, pero no su esencia: la
decisión final seguirá saliendo del escritorio que tiene la firma de Juan
Román.
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